El mundo digital nos brinda un nivel de comodidad incomparable. En cuestión de segundos, podemos acceder a una amplia gama de medios como música, películas, juegos y programas de televisión. Sin embargo, detrás de esta conveniencia, se esconde un problema fundamental: la propiedad digital no equivale a una propiedad tangible. Además, enfrentamos la preocupante realidad de que tenemos poco control sobre esta situación.
Cuando compramos una película o un programa de televisión en línea, no adquirimos un archivo que podamos almacenar y conservar de manera indefinida. En su lugar, obtenemos acceso a un servicio que controla nuestra capacidad de acceder al producto adquirido, asegurándose de que hayamos pagado por él. Aunque algunos servicios nos permiten almacenar en caché los archivos en nuestros dispositivos, esto puede estar sujeto a restricciones y, en general, aún dependemos de aplicaciones propietarias para acceder a ellos.
Recientemente, este tema se ha vuelto especialmente relevante con el cierre de las tiendas digitales Nintendo 3DS y Wii U eShop. Como resultado, se perderán hasta 1.000 juegos exclusivamente digitales, lo que resalta el mayor defecto de la propiedad digital: es nuestra, pero solo hasta que la empresa que lo aloja decida retirarlo.
La propiedad digital en todos los ámbitos de venta
El modelo de propiedad digital se ha extendido por todas partes. Si compramos un juego, ¿dónde lo adquirimos? Si jugamos en PC, lo más probable es que lo compremos en Steam. Si optamos por jugar en las consolas más populares, todavía tenemos la opción de conseguir una copia física, pero muchos prefieren la compra digital. ¿Y qué pasa con la música? ¿Escuchamos música a través de servicios de streaming como Spotify o YouTube Music? Para disfrutar de series y películas, seguramente recurramos a plataformas como Netflix o Disney+.
La propiedad digital es un fenómeno natural, pero el futuro parece sombrío
De una forma u otra, es muy probable que poseamos algún contenido multimedia de forma digital. Sin embargo, cuando estos servicios desaparecen, perdemos el acceso a esos contenidos, lo cual representa un problema para muchas personas. Esto afecta a los conservacionistas, a los consumidores que pueden perder el acceso a sus contenidos en un futuro y también a los creadores, quienes pueden ver limitada la distribución de su trabajo. En realidad, no estamos pagando por la posesión del contenido, sino por una licencia para consumirlo de manera legal.
Como argumento a favor de la propiedad digital, hasta ahora no hemos experimentado una eliminación total de los contenidos y la imposibilidad de volver a descargarlos. Incluso en la actualidad, todavía podemos descargar títulos antiguos comprados en la Tienda Wii (aunque hubo algunos meses de inactividad) y acceder a juegos en la eShop de Nintendo 3DS y Wii U. Incluso cuando el juego Alan Wake fue retirado de Steam debido a problemas de licencias musicales, los jugadores que lo tenían en su biblioteca aún podían descargarlo.
Sin embargo, nada de esto ofrece garantías, especialmente en el caso de las videoconsolas. Mantener una infraestructura digital requiere tiempo y dinero. Convencer a los fabricantes de consolas de que mantengan esa infraestructura antigua puede resultar difícil, y si el número de usuarios es reducido, es posible que la empresa ya no encuentre viable sostenerla financieramente.
El panorama sombrío de la propiedad digital
Dado que la propiedad digital ha surgido principalmente para ofrecer comodidad, no es sorprendente que sea tan popular. Comprar medios en línea y acceder a ellos de inmediato es increíblemente fácil, casi mágico para algunas generaciones mayores. Sin embargo, como este es un concepto relativamente nuevo, aún no hemos presenciado completamente el impacto total de la propiedad digital.
Los servicios que proporcionan este tipo de propiedad son relativamente recientes, y podría llevar décadas antes de que veamos las consecuencias catastróficas. Aunque Google Stadia nos brindó un breve vistazo a un posible futuro, al menos la empresa reembolsó todas las compras realizadas cuando cerró a principios de este año. La cuestión de si la empresa estaba obligada o no a hacerlo puede ser controvertida, pero está claro que podrían haber optado por no hacerlo y luchar contra cualquier reclamo.
Conforme se introduzcan más formas de propiedad digital, es inevitable que surjan más relatos de individuos a quienes se les ha restringido el acceso a sus cuentas, donde habían invertido sumas considerables, que podrían ascender a cientos o incluso miles de euros, en productos digitales.
La propiedad digital se ha adoptado ampliamente como un modelo de venta en todos los ámbitos.
Imaginemos un escenario en el que Valve quiebre y tanto Steam como Steam Deck deja de funcionar. No poder acceder a ningún juego de nuestra biblioteca sería extremadamente improbable, pero si esta idea te preocupa, debes tener en cuenta que la ansiedad está vinculada al concepto de propiedad digital. Además, es posible que violar las condiciones de servicio de Valve signifique que la empresa pueda revocar el acceso no solo a tu cuenta de Steam, sino también a todos los juegos que poseas.
También podemos considerar la posibilidad de que servicios de streaming de video como HBO Max (ahora Max) retiren programas completos. Algunos de ellos pueden encontrar un nuevo hogar en plataformas de la competencia, pero sin eso, muchos podrían desaparecer por completo, a menos que recurramos a la piratería.
Posibles soluciones y perspectivas
En cuanto a lo que podemos hacer al respecto, la respuesta es complicada. Es evidente que la propiedad digital ofrece muchas ventajas en diversas situaciones. Sin embargo, el hecho de poseer una licencia para jugar a nuestros juegos favoritos en Steam Deck o ver películas que hemos comprado (en lugar de poseer el producto en sí) resulta desalentador, especialmente porque este acceso puede ser revocado en cualquier momento.
Este problema solo crecerá con el tiempo a medida que más medios adopten la propiedad digital. Seguramente leeremos más historias sobre personas que pierden acceso a sus cuentas, en las que han invertido cientos o incluso miles de dólares en productos digitales. Desafortunadamente, no está claro cuál sería la solución a este desafío, si es que existe alguna.
Entonces, lo único que queda claro es que la propiedad digital presenta desafíos y preocupaciones para los consumidores en el mundo de los medios digitales. Aunque brinda comodidad y acceso inmediato, nos enfrentamos a la posibilidad de perder el acceso a nuestros contenidos en caso de que los servicios digitales desaparezcan. Es importante reflexionar sobre estos problemas y explorar posibles soluciones para garantizar un equilibrio entre la comodidad digital y la protección de nuestros derechos como consumidores.